Goat: una nueva dimensión para la música del
mundo
por mohorte
23
octubre, 2012
“Goat”c=”http://img.hipersonica.com/2012/10/Goat
Sweden.jpg” class=”centro” />Quién nos lo iba a decir, en Suecia hay vida
más allá del post-punk. Goat han llegado para borrar de un plumazo
cualquier rastro de multiculturalidad mal entendida. Decid adiós a los
palestinos, olvidaos de la batucada. Abrid bien los oídos porque un grupo de
misteriosos enmascarados ha decidido reivindicar la world music desde una
perspectiva imposible: krautrock, psicodelia, afrobeat y música disco. No hay apriorismos ni
prejuicios que valgan ante un disco tan solvente, divertido y arriesgado. Venid
aquí ya.
¿Quiénes
son Goat y de dónde vienen?
Todo
lo que rodea a Goat es de un admirable trabajo de márketing. Es un grupo
inteligente más allá de su propia música y, repentinamente, se ha hecho un
hueco en el panorama británico gracias a unas señas de identidad tan marcadas
como premeditadas. No hay nada dejado al azar, ni siquiera la historia de su
poblaciónnatal, Korpilombolo (medio
millar de personas), pedanía de Pajala, un
municipio fronterizo entre Suecia y Finlandia. Goat provienen del norte del
norte, de los confines de Laponia, de los bosques infinitos totalmente
despoblados.
La
circunstancia es aprovechada convenientemente: Goat utilizan el nombre de
Korpilombolo como un reclamo natural. El exotismo de su música, los aires
tropicales, las máscaras y las percusiones tribales. Korpilombolo es un nombre
proveniente del suomi, lengua de la principal etnia del norte de Escandinavia,
pero tiene reflejos más que evidentes con, pongamos, el Congo. Plenamente
conscientes de ellos, Goat, de quienes apenas sabemos nada más, se han montado la siguiente
historia sobre el vudú, las gentes de Korpilombolo y su identidad
musical:
La
leyenda ha contado durante siglos que los habitantes del pueblo de Korpolombolo
estuvieron dedicados a la adoración y a las prácticas de vudú. Esta extraña y
aparentemente improbable actividad fue introducida
en la zona, por lo visto, tras el viaje de
un brujo y de un puñado de sus discípulos, que llegaron a Korpolombolo
siguiendo un código numérico oculto dentro de sus más sagradas y antiguas
escrituras. La razón que les llevó allí es desconocida, pero su influencia vudú
rápidamente se instaló en todo el pueblo y por eso lo hicieron su hogar, donde
pudieron practicar su oficio y pasar desapercibidos durante varios siglos.
Según
añaden, ellos se limitan a recoger el legado cultural de su pueblo originario,
pero nosotros sabemos que eso es simplemente un ardid publicitario y que su
excelente disco debut, World Music (más tarde ahondaremos en esta
redundancia), se mira en otros referentes. Eso sí, hay que alabar su capacidad
para vivir en la constante sorpresa: lejos de convertirse en un grupo
tribalista convencional, o en una enésima banda brillando desde el krautrock y
la psicodelia, lo han aunado todo en un trabajo arrollador, divertidísimo y
tremendamente arriesgado.
Es
posible que haya algo de magia negra, o de vudú, para fusionar en tan
emocionante experimento a bandas tan dispares como Faust, Tinariwen, Jefferson
Airplane o Amon Düül II. Pero la receta no tiene nada de mística: Goat parten
de la psicodelia sesentera para abrazar las corrientes experimentales de Can y
fusionarlas con el afrobeat y los golpes jazz de Fela Kuti. Y el resultado no
es una amalgama inconsistente de grupos, referencias y sonidos dispares, sino
una bola psicodélica de una solvencia terrible, diversa y muy, muy brillante.
La
world music que proponen Goat no suena a baúl de los recuerdos, ni a corrientes
multiculturales contemporáneas que, de tanto girar sobre sí mismas, ya resultan
mareantes y aburridas. Esto no es una base pop sobre la que se despedazan dos o
tres sitares, algún djembe y arreglos de didgeridoo. Goat no se valen de la
música del mundo para presentar un producto más o menos convencional, sino que
parten de ella para explorar terrenos tan aparentemente dispares como el
avant-folk o la psicodelia. Su utilización de la world music es honesta y
talentosa, y por eso suena así de fresca.
No
hay que pensar en World Music, no obstante, como un disco intrincado y difícil
de afrontar. Todo lo contrario. Desde la complejidad de distintos géneros
musicales, el colectivo sueco presenta composiciones adictivas capaces de
conquistar el mundo. En World Music podemos rastrear elementos del heavy psych
(‘Diarabi’,‘Goatman’), de la música disco (‘Disco Fever‘), del folk progresivo
de Fairport Convention (‘Goatlord’) y por supuesto del pop, que está presente
de espíritu en las nueve pistas que forman el disco.
Goat,
además, se ciñen a la ola revivalista del krautrock y la psicodelia, que abarca
bandas tan dispares como Lüger,
Lumerians, Dead Skeletons o Toy,
aportando puntos de vista antes inimaginables. Podemos pensar en las virtudes
eléctricas de los grupos de blues africano (Tinariwen o Terakraft) o en el
sentido folk de los grandes maestros de los instrumentos de cuerda malienses
(Toumani Diabaté o Alí Farka Touré). La música africana sobrevuela de forma
inevitable World Music, desdeel
tapiz que ilustra la preciosa portada hasta los propios ropajes del
colectivo.
A
todas estas virtudes hay que añadir un sentido rítmico sobrenatural,
indisimuladamente bailable. Goat son un compendio de la música negra del siglo
XX y tampoco hacen ascos al funk de Parliament o Funkadelic. Y sin embargo, no
son un grupo estrictamente negro, porque buena parte de los pilares esenciales
de su música están construidos con los mimbres de la psicodelia eléctrica y
acústica, el fuzz y los desvaríos wah-wah, sin dejar de lado cierto deje
experimental que se aprecia especialmente en el desarrollo kraut-jam de ‘Det
som aldrig förändras/Diarabi’.
Goat y todo lo demás
Las
voces (femeninas, por cierto) también tienen reminiscencias de los cantos de
llamada y respuesta, dirigiendo nuestra mirada de nuevo al continente africano.
Es la gema que completa un pastel de proporciones escuetas pero muy sabroso.
Todas y cada una de las piezas que componen la tarta, además, esconden ciertas
virtudes pop que estallan en la estupendísima ‘Let It Bleed’, un hit
auténtico que lo tiene todo para ser una de las mejores y más exquisitas
canciones del año, desde sus repetitivos y adictivos acordes de guitarra hasta
los arreglos de saxo y los coros extasiados.
Porque
a semejante catarata de referencias hay que añadirle el elemento fundamental
para que World Music sea, no tengamos miedo a reconocerlo, uno de los discos
más emocionantes del año: la diversión que parece emanar de forma sencilla y
natural de Goat, como si no hubieran llegado del rincón más siniestro y oscuro
de Suecia, como ellos mismos dicen, como si su espíritu, quién sabe si efecto
del vudú, hubiera estado bañado durante toda su vida por las aguas del
Mediterráneo. Una frescura y una química como grupo que es una auténtica
bendición.
Todo
lo demás ayuda. Tanto las máscaras, como la obsesión por las cabras como que,
al parecer, en sus directos un hombre aparezca y clame a los cuatro vientos que
él y no otro es el undécimo hijo de las plegarias vudú. Es el atrezzo
seguramente inevitable a una fusión multicultural tan efectiva. Merece la pena
comprar la historia de Goat si lo que adquirimos a cambio es una clarividencia
de ideas musicales así de sólida. De todos modos, leyendas más grandes se han
levantado en torno a mentiras más endebles, y podemos otorgar a los suecos el
beneficio de la ingenuidad. Se lo han ganado.SLUTET
SLUTET
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